El uso del kaftan se remonta a los siglos XII y XIV, y viene de los sultanes y la realeza oriental. Era utilizado principalmente por hombres y era de seda o algodón.
Se caracterizaba por sus mangas anchas, botonadura frontal y por llegar hasta los tobillos. Su uso más frecuente estaba localizado en Turquía, Líbano, Siria, Israel y Jordania.
Ya fuera por los materiales que se utilizaban o por el preciosismo en los bordados, se convirtieron en prendas únicas y muy cotizadas.
Algunos sultanes y reyes comenzaron a otorgarlos como premios o como obsequios de buena voluntad.
Con el paso de los años el resto de los países mediterráneos adoptaron el kaftan, sus principales fábricas estaban en Estambul y Bursa, también en Turquía pero, surgieron otras muy importantes en Venecia, Génova, Persia, India y China.
De hecho, los venecianos le obsequiaron uno al sultán Sulayman el Magnífico, para demostrarle que sus fábricas podían competir con las del imperio otomano.
En el siglo XVIII, mientras India e Inglaterra vivían su colonial e incómoda convivencia, esta prenda viajó hacia el Occidente. Los lacónicos ingleses tardaron en aceptarlo, pero las mujeres francesas, lo adoptaron de inmediato.
A finales de la década de los 60, el kaftan se convirtió en una de las prendas predilectas de los hippies quienes los adornaban con plumas, flores, piedras y semillas.
Diseñadores como Yves Saint Laurent y Halston lo estilizaron por primera vez en los 70, otorgándole el estatus de prenda de alta costura.
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Fotografía: Kaftán Yves Saint Laurent.
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